Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887-1888
Sesión: 28 de enero de 1888
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Salamanca y Negrete.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 38, 698.
Tema: Afirmaciones hechas por el Sr. Presidente del Consejo de Ministros en el Congreso de los Diputados al discutirse la contestación al Mensaje de la Corona.

El Sr. Presidente del Consejo de Ministros (Sagasta): El señor general Salamanca se convencerá de lo difícil que es traer al Parlamento conversaciones particulares y confidenciales, porque sin quererlo no pueden dar más que este resultado.

Dice S.S. que es inexacto lo que yo afirmo, y yo digo es inexacto lo que manifiesta S.S., y la prueba es sencilla. Pues qué, ¿no sabía quién había recomendado y nombrado en realidad a aquel funcionario público, cuando ofrecí a S.S. que sería separado si eran exactas sus acusaciones? Siempre dije que sería separado si resultaban aquellas verdaderas, porque el Gobierno no tenía interés en conservar, sino muy al contrario, a un empleado que faltase a sus deberes, cualquiera que fuese. ¿Es que fue después cuando yo supe quién era la persona que lo había nombrado? No; y bien lo sabe S.S. Por consiguiente, yo lo conocía todo desde el primer instante, pero cuando fue preciso observé que no eran exactas las noticias que S.S. había recibido, y por lo mismo hice a S.S. las consideraciones oportunas.

De modo que lo que quiero y deseo que conste, porque esto sí que es exacto y verdadero, es que yo no varié de opinión porque supiera quién recomendaba a esa persona (que lo sabía desde el principio), sino porque vi que las noticias que había recibido su señoría eran perfectamente inexactas y hasta calumniosas. Su señoría, involuntariamente, sin quererlo, se hizo eco de ese periódico que s un verdadero libelo indigno de todo crédito. (El Sr. Salamanca pide la palabra).

Yo no conocía el fundamento que pudiera tener lo que S.S. me decía en aquellos primeros momentos, y por eso le contesté: ?si eso es verdad, será en el acto separado ese funcionario?. Aquel mismo día recibí al brigadier Sr. Loño y le dije: ?el general quiere llevarse a Vd. de gobernador de la Habana; a mí no me gusta mucho el nombramiento, por la razón de ser Vd. militar, pero como no quiero poner dificultades al general Salamanca, no tengo inconveniente, siempre que haya razones que me pongan en condiciones de que pueda y deba separar al gobernador actual?.

Después de esto, tomé informes, como he dicho, y todos fueron favorables para aquella autoridad, hasta el punto de que estoy seguro de que el Sr. Salamanca no creerá hoy lo que entonces dudaba respecto a aquel funcionario. Además se han pedido informes a todas las autoridades superiores y Diputados y Senadores de Cuba, y todos están conformes en que es un dignísimo empleado. Por consiguiente, yo no había de separar a un funcionario sólo por dar gusto a S.S. poniendo otro. Yo le prometí cubrir todos los puestos vacantes con personas de la confianza de S.S., porque deseaba que tuviera la mayor libertad para desempeñar una misión que es harto difícil. Lo que yo no quería, y supongo que S.S. tampoco, es separar a un funcionario que cumple bien para colocar a otro. ¿Qué más podía S.S. desear que tener un buen gobernador civil? Pues si el actual lo era, debía darse S.S. por satisfecho.

Dice S.S.: ?¿Por qué no me contradijo el señor Presidente del Consejo cuando lo dije aquí??

No sé si lo dijo S.S. con las mismas palabras que hoy, pero de todos modos, no tenía necesidad de contradecir a S.S., porque ya lo hizo perfectamente el Sr. Ministro de Ultramar, que fue el que le contestó.

Pero además, Sr. Salamanca, si hubiera querido contradecir a S.S. en todo, habría necesitado para ello dos sesiones, porque apenas dijo una palabra que yo no tuviera motivo y razón para negar. ¿No me callé sobre cosas más graves que S.S. dijo? ¿No afirmó S.S., hablando de los castigos impuestos en tiempo del gobernador general Sr. Jovellar, a los empleados de la aduana de Cárdenas en 1877 y de las gentes mandadas a presidio, que el Gobierno liberal que yo presidí en 1881 procuró la impunidad, por lo que la inmoralidad era mayor, atribuyéndonos que habíamos indultado a los delincuentes en el momento en que llegamos al Poder?

También sobre esto me callé, y debía saber S.S. que no era exacta su afirmación, porque aunque su señoría dice que estudia mucho los expedientes, resulta siempre que los entiende al revés. En aquel mismo momento en que S.S. hablaba, personas que deben saberlo, me dijeron que no había sido el partido liberal el que concedió esos indultos, sino el partido conservador. Por consiguiente, S.S. atribuía al partido liberal lo que había hecho el partido conservador, al que yo no critico por esto, pero cuyos hechos cito para que al fin resulte que S.S. nos atribuía lo que no hemos hecho.

¿Qué tiene pus, de extraño, el que yo no tocara al detalle en que nos ocupamos, cuando dejé de rectificar cosas mucho más graves que dijo S.S.? Porque al fin, como sé lo que es S.S. y que tiene empeño decidido en molestar al Gobierno diciendo cosas que S.S. creerá verdaderas, pero resultan inexactas, no me he de ocupar toda mi vida, teniendo muchas cosas que hacer, en contestar a todo lo que diga. Créame S.S., que respecto al Gobierno y a mi persona, comete muchas inexactitudes, y no estoy para gastar el tiempo rectificándolas todas. [698]



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